La palabra bruja es sinónimo de insulto. Decirle bruja a una mujer significa decirle fea, manipuladora, astuta, maldadosa, loca, o todas las anteriores, adjetivos que tratan de esconder el verdadero (y aterrador) significado. Porque una bruja es poderosa y frente a ello la cultura y los hombres salen despavoridos. Ni la cultura con el instrumento de la razón ni el hombre con el machismo han podido eliminar a la bruja del acontecer diario. Ni la invisibilizan ni la controlan. Por eso bruja sigue siendo tan terrorífico (para ellos) y tan atractivo (para nosotras).
La brujería es tan antigua como la humanidad. Fue una de las maneras como la mujer, en épocas remotas, optó por ser libre e independiente, intentando desligarse del poder masculino. Que, aunque la encerraran físicamente podía liberarse con ingenio, imaginación e intuición. Conoció el poder de la naturaleza, a través de las plantas y los conjuros y colaboró ayudando a que el mundo aprendiera cómo transformar los elementos de su entorno. Tenía el poder de modificar lo que veía y esto era (y es) sorprendente para las mentes elementales. Pero ella, la bruja, la hechicera, no se amilanó y estimuló todo su potencial femenino, para incrementar la intuición y la percepción tan necesarias en la evolución humana.
La bruja se encuentra impotente ante la razón y control masculinos, pero totalmente libre y suficiente ante lo poderes que la vinculan con lo no concreto, lo sutil, lo impredecible. Ese es su reino. El diccionario la describe como “hechicera, adivina, encantadora, maga, arpía, bicho, malvada, pérfida, víbora, pécora”, pero en definitiva poderosa, capaz de transformar su mundo. En época de cambios, donde el salto cuántico es inminente y las dimensiones se ascienden cada vez mas rápido, la bruja es la reina del futuro. A través de la Física Cuántica la ciencia se acerca a la transformación, a la magia. Para la Ciencia tradicional es complejo aceptar que la mirada personal del observador modifica el experimento. Como si fuera magia, cada uno de los investigadores da un sello personal a lo investigado y lo “modifica” de acuerdo a esa mirada. Una mente abierta calificaría lo anterior como mágico, sorpresivo, milagroso.
¿Cuál es la diferencia entre un ángel y una bruja? Acaso ¿no hacen lo mismo? ¿No son hacedoras de milagros, de hechos mágicos, inesperados? Pues bien en el reino de lo sutil, todas las energías se pueden encontrar para “servirle” a los humanos. Pero es la intención la que marca la diferencia, la que categoriza en magia blanca o magia negra. El acto central por excelencia de la Religión Católica, de acuerdo a la intención, se puede percibir como un acto sagrado o como un acto de magia: la conversión de la hostia en el cuerpo de Cristo. De acuerdo a las creencias viene la interpretación: ¿sagrado?, ¿mágico? ¿brujería? En definitiva las brujas, los ángeles, están al servicio de la transformación. Estamos hablando de lo mismo, sólo que se utilizan sustantivos diferentes. Y claro, es un orgullo, una satisfacción inmensa poder clasificar para bruja. A todas las que se quieran considerar con ese poder “sobrenatural” bienvenidas al aquelarre.
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